martes, 5 de junio de 2012


Miércoles de la semana 9ª del tiempo ordinario: Dios escucha nuestras peticiones, y lo que hoy es pena mañana es gloria

PRIMERA LECTURA
Reaviva el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos
Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 1 -3. 6 12
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido; te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.
Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día.
Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio.
No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero.
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios.
Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.
De este Evangelio me han nombrado heraldo, apóstol y maestro, y ésta es la razón de mi penosa situación presente; pero no me siento derrotado, pues sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.
Palabra de Dios.
Sal 24, 2-3. 4-5ab. 6-7bc. 8-9 
R. A ti, Señor, levanto mi alma.
Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos; pues los que esperan en ti no quedan defraudados, mientras que el fracaso malogra a los traidores. R.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mi con misericordia, por tu bondad, Señor. R.
El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. R.
EVANGELIO
No es Dios de muertos, sino de vivos
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 18-27
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:
-«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se
Tobías  3,1-11,16-17: 1  Anegada entonces mi alma de tristeza, suspirando y llorando, comenzé a orar con gemidos:  2  Tú eres justo, Señor, y justas son todas tus obras. Misericordia y verdad son todos tus caminos. Tú eres el Juez del Universo.  3  Y ahora, Señor, acuérdate de mí y mírame. No me condenes por mis pecados, mis inadvertencias y las de mis padres. Hemos pecado en tu presencia,  4  no hemos escuchado tus mandatos y nos has entregado al saqueo, a la burla, al comentario y al oprobio de todas las gentes entre las que nos has dispersado.  5  Pero cierto es, Señor, que todas tus sentencias a la verdad responden cuando me tratas según mis pecados y los de mis padres; porque no hemos cumplido tus mandatos, y no hemos caminado en la verdad delante de ti.  6  Haz conmigo ahora según lo que te plazca y ordena que reciban mi vida para que yo me disuelva sobre la faz de la tierra, porque más me vale morir que vivir. Tengo que aguantar injustos reproches y me anega la tristeza. Manda, Señor, que sea liberado de esta aflicción y déjame partir al lugar eterno, y no apartes, Señor, tu rostro de mí, pues prefiero morir a pasar tanta aflicción durante la vida y tener que seguir oyendo injurias.  7  Sucedió aquel mismo día, que también Sarra, hija de Ragüel, el de Ecbátana de Media, fue injuriada por una de las esclavas de su padre,  8  porque había sido dada en matrimonio a siete hombres, pero el malvado demonio Asmodeo los había matado antes de que se unieran a ella como casados. La esclava le decía: «¡Eres tú la que matas a tus maridos! Ya has tenido siete, pero ni de uno siquiera has disfrutado.  9  ¿Nos castigas porque se te mueren los maridos? ¡Vete con ellos y que nunca veamos hijo ni hija tuyos!»  10  Entonces Sarra, con el alma llena de tristeza, se echó a llorar y subió al aposento de su padre con intención de ahorcarse. Pero, reflexionando, pensó: «Acaso esto sirva para que injurien a mi padre y le digan: "Tenías una hija única, amada y se ha ahorcado porque se sentía desgraciada." No puedo consentir que mi padre, en su ancianidad, baje con tristeza a la mansión de los muertos. Es mejor que, en vez de ahorcarme, suplique al Señor que me envíe la muerte para no tener que oír injurias durante mi vida.»  11  Y en aquel momento, extendiendo las manos hacia la ventana, oró así: Bendito seas tú, Dios de misericordias, y bendito sea tu Nombre por los siglos, y que todas tus obras te bendigan por siempre.  16  Fue oída en aquel instante, en la Gloria de Dios, la plegaria de ambos  17  y fue enviado Rafael a curar a los dos: a Tobit, para que se le quitaran las manchas blancas de los ojos y pudiera con sus mismos ojos ver la luz de Dios; y a Sarra la de Ragüel, para entregarla por mujer a Tobías, hijo de Tobit, y librarla de Asmodeo, el demonio malvado; porque Tobías tenía más derechos sobre ella que todos cuantos la pretendían. En aquel mismo momento se volvía Tobit del patio a la casa, y Sarra, la de Ragüel, descendía del aposento. 

Salmo  25,2-9: 2  oh Dios mío. En ti confío, ¡no sea confundido, no triunfen de mí mis enemigos!  3  No hay confusión para el que espera en ti, confusión sólo para el que traiciona sin motivo.  4  Muéstrame tus caminos, Yahveh, enséñame tus sendas.  5  Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación. En ti estoy esperando todo el día,  6  Acuérdate, Yahveh, de tu ternura, y de tu amor, que son de siempre. 7  De los pecados de mi juventud no te acuerdes, pero según tu amor, acuérdate de mí. por tu bondad, Yahveh.  8  Bueno y recto es Yahveh; por eso muestra a los pecadores el camino;  9  conduce en la justicia a los humildes, y a los pobres enseña su sendero. 

Marcos  12,18-27: 18  Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le preguntaban:  19  «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano.  20  Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia;  21  también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo.  22  Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer.  23  En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.»  24  Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?  25  Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos.  26  Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?  27  No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error.»

Comentario: 1. Tb 3, 1-11.14-15. El autor nos transmite una conmovedora certidumbre sobre la eficacia de la oración. Esta narración nos cuenta otra prueba, la de Sara, que ocurrió el mismo día en que Tobit oyó las injurias de su mujer. Más que de una coincidencia temporal, se trata del cumplimiento del plan de Dios. Este nuevo acontecimiento está localizado en Ecbatana, ciudad situada unos 350 kilómetros al nordeste de Bagdad.
-Tobías se puso a orar con gemidos y lágrimas... Este hombre recto y que permanece fiel en la desgracia, no es un hombre insensible. Sabe lo que es sufrir, llorar, gemir. Pero todo esto en él se transforma en oración. No olvidemos el inmenso desconcierto de ese hombre: es ahora viejo, pasó toda su vida en la justicia y la piedad... y como recompensa a sus desvelos con los desgraciados, queda accidentalmente ciego... hace frente con valentía a su situación y continúa en la rectitud de su vida. Ahora bien, he ahí el colmo de su desventura: ¡su propia mujer lo abandona, lo injuria y le reprocha su «virtud»! Sucedió aquel mismo día que también Sarra, hija de Raguel, en Ragués, ciudad de Media, fue injuriada por una de sus sirvientas... Al oír esos gritos, Sarra subió a la cámara alta, y permaneció allí tres días y tres noches sin comer ni beber, prolongando su oración, implorando a Dios con lágrimas. Lejos del anciano que sufre y ora, he ahí otra oración dolorosa que se eleva hacia Dios. Se trata de otra desventura, la de una joven que bien quisiera casarse, pero está literalmente "embrujada". Todos los sueños de su porvenir son rotos por un demonio maléfico que mata sucesivamente a siete de sus prometidos, la noche misma de su boda. Por esta razón, la injuria su sirvienta: "¡Qué nunca veamos hijo o hija tuyos, asesina de sus maridos". Como Tobit, también Sara se ve afligida por la crítica y la burla del prójimo. La tristeza inunda su alma hasta el punto de que Sara quiere suicidarse. Sin embargo, la piedad filial contiene esta actitud y empuja su espíritu hacia Dios, de quien proviene todo consuelo. Esa es la razón de la plegaria que dirige a Dios desde la ventana, probablemente mirando hacia Jerusalén. En la oración encuentra Sara, como antes Tobit, su consuelo espiritual. Desde lo íntimo de su corazón afligido, Sara empieza su oración bendiciendo al Señor y sus obras (11). Vuelve hacia Dios el rostro y los ojos en señal de súplica. Como Tobit, pide a Dios que la libere del destierro y de los ultrajes que la afligen (13). Después acumula razones para mover la misericordia del Señor (14-15). Y como culminación de su plegaria resplandece un rayo de confianza total. El Señor escuchó la oración de ambos. Entonces Sarra, con el alma llena de tristeza por su desgracia y por esa malévola acusación, dirige a Dios su oración. Aceptemos el género literario y, prescindiendo de los detalles que nos parezcan inverosímiles, dejémonos mover por las situaciones evocadas en este relato. Resume todo el infortunio humano, con sus aspectos de accidentes absurdos, de fatalidad incomprensible, de malas intenciones que se suman a las cualidades. Recordando otros infortunios pasados me imagino los sufrimientos de los que HOY mismo en la tierra están pasando grandes tribulaciones.
-En aquel tiempo, las plegarias de ambos fueron oídas en la gloria de Dios soberano. Así, los sufrimientos de los hombres no parecen quedar sin salida. El autor del libro de Tobías nos lo sugiere al mostrarnos de qué modo sorprendente esas dos oraciones «convergen» en el corazón de Dios. Y la continuación del relato nos dirá que esos dos destinos lograrán encontrarse: el hijo de Tobías hará un viaje de 300 kilómetros y ¡tomará a Sarra por esposa! San Rafael fue enviado para curar a uno y a otro, porque sus oraciones habían sido presentadas a la vez ante la faz de Dios. Lo artificioso de la situación viene subrayada por los dos nombres propios que simbolizan todo el relato: - «Asmodeo", el demonio malhechor, significa «El que mata»... Según la creencia popular, Asmodeo era el demonio de la lujuria. Su nombre no parece provenir del judaísmo; tal vez tiene un origen persa. En todo caso, Asmodeo, el destructor, aparece claramente como el antagonista de Rafael, el salvador. - «Rafael", el ángel enviado por Dios, significa «El que sana, para sacar las escamas de los ojos de Tobit y dar a Tobías por esposa a Sara, la hija de Raguel. La narración termina de modo semejante a como había comenzado. El artificio literario del libro de Tobías recalca la compasión del Señor, que siempre escucha la oración del justo entre los terribles dolores de la prueba. El Señor es eternamente compasivo, y sus caminos son caminos de justicia y de piedad.
-¡Tú eres justo, Señor! Todos tus caminos son misericordia y verdad. No te acuerdes de mis faltas... No hemos obedecido tus mandatos; por ello nos has llevado a la cautividad... Ordena que mi espíritu sea recibido en la paz, porque más me vale morir que vivir... Tal fue la emocionante oración de Tobías. En la antigua perspectiva habitual cree que sus pruebas son un castigo. Y pide perdón (Noel Quesson/J. O`Callaghan).
La historia de las dos familias, la de Tobías en Nínive y la de Ragüel y su hija Sara en Media, se encuentran. Las dos quedan unidas por la serie de desgracias y por su fe en Dios. A ambas el dolor las lleva a la oración: una oración difícil, dicha entre lágrimas y sollozos en ambas ocasiones. Tobías reconoce que Dios es justo, que ha sido el pueblo el que ha pecado y ahora merece el castigo del destierro. Pero esta convicción no disminuye su dolor y llega hasta desearse la muerte. A trescientos kilómetros de distancia, Sara, la hija de Ragüel, pariente de Tobías, se encuentra en una situación dramática, porque han ido muriendo sucesivamente los siete novios que se querían casar con ella. Hasta la criada de casa se burla de ella y la llama «asesina de tus maridos». La oración de Sara es también triste, entrecortada por las lágrimas. La oración de ambos, la del anciano ciego y la joven viuda, llega a la vez a la presencia de Dios, y Dios escucha a los dos. Esta historia es una invitación para que también nosotros sigamos teniendo fe y confianza en Dios, pase lo que pase en nuestra vida. También a nosotros nos pasa que nuestra oración no siempre es poética, gustosa y llena de aleluyas. A veces, como la de Jesús en el huerto del Getsemaní, es angustiada, desgarrada, entre lágrimas, gritada, aunque sea con gritos por dentro. A veces creemos que lo que sucede -a nosotros mismos o a la comunidad- es catastrófico y no tiene salida. Pero Dios saca bien del mal. El relato de Tobías y Sara nos asegura que Dios escucha, que está cerca, que no se desentiende de nuestra historia. Son significativos los dos personajes que aparecen en el relato: el demonio Asmodeo, el que mata, y el arcángel Rafael, el que cura. Dios no quiere nuestra muerte. Nos demuestra de mil maneras su cercanía a lo largo de nuestro camino. Nuestros antepasados nos enseñaron unas oraciones breves que haríamos bien en no olvidar: «bendito sea Dios», «que se haga la voluntad de Dios». Esta fue la actitud de Tobías, de Sara, y sobre todo la de Jesús: «No se haga mi voluntad, sino la tuya». Y en todos los casos, al dolor siguió el gozo y a la muerte la resurrección.
Dos personajes cargan sobre sus espaldas sufrimiento y miserias: el anciano Tobías, cuya bondad para con los desafortunados es muy mal recompensada, puesto que quedó ciego en un accidente tonto, y Sara, víctima de algo extraño que hace que sus 7 maridos mueran uno tras otro. Experimentan cruelmente el problema del mal. Para ellos, el sufrimiento proviene de Dios, pero es el castigo por sus propias faltas (vv. 3-4). Por eso piden al Padre que les quite la vida (vv. 6, 10). No hay remedio para sus males. Ya no habrá felicidad para ninguno de los dos en esta tierra. ¿Pero qué oración es esta que pone a Dios como causa del mal?: nuestro mundo occidental ve en él al "primer motor" y al "relojero" de nuestro mundo, al cual se hace responsable directo de todo desorden real o aparente en el mecanismo del universo… sufrimiento, catástrofes, guerra, pecado… Esta concepción nos aleja totalmente del Dios revelado en Jesucristo. Es un misterio, debido en parte al papel más o menos inmediato que el hombre desempeña en ellas. ¿Cabe la posibilidad de confundir, por ejemplo, la enfermedad que aflige, el imperialismo que aplasta, el egoísmo que separa, la indiferencia que hiere? Y, a pesar de todo, el mal existe. La existencia del hombre vive dentro de una salvación que es historia y acontecer. El hombre no cree ya que el universo esté constituido por unas fuerzas que le dominan al modo de un destino fatal; sabe más bien que tiene que reducirle a su servicio y para que pueda desarrollarse. Mas su mutua complementación tiene su meta al final de una historia por la que pasan al ritmo de la libertad del hombre. Esta solidaridad del hombre y del universo estalla en Jesucristo, en quien Pablo reconoce al que reúne en sí la totalidad del universo que ha llegado a su plenitud y en el que el hombre ocupa un lugar privilegiado. Esta unidad no se manifestará en su totalidad, sino a la vuelta gloriosa del Cristo vencedor. Pero, por el momento, "los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que ha de revelarse en nosotros" (Rom 8,18-21). Cuando, al igual que Tobías y Sara, nos vemos tentados a hacer a Dios responsable de un mal que dominó toda nuestra vida, advertimos que, por el contrario, en Jesucristo comparte Dios con nosotros nuestra condición, acompañándonos en todas las circunstancias por las que tenemos que atravesar, cargando junto con nosotros el peso de una lucha que es una progresiva liberación. En su exigente misericordia, nos saca de todos los refugios que nosotros nos buscamos para sustraernos a esa lucha contra la enfermedad, la guerra, el egoísmo, y para ejercer un dominio cada vez mayor sobre la naturaleza, que tiene que irse perfeccionando a fin de que pueda servir mejor al hombre. Nuestra pasividad ante el compromiso temporal se escuda tras un cúmulo de pretextos y de falsas razones denunciadas por Jesucristo, el cual nos precedió en el compromiso y en la lucha. Dios está con nosotros, conoce la condición del pecador, excluido el pecado en sí, puesto que pasó por la prueba de nuestro sufrimiento físico y moral. Desde entonces, ya no estamos solos. A pesar de todo, el mal, el sufrimiento y la muerte existen. Por supuesto que existen, pero la fe nos insta a echar una ojeada de ojos nuevos sobre una situación a veces intolerable, pero que ahora ya se apoya en una visión de esperanza posible en Jesucristo. Lo que esa visión esperanzadora nos presenta de cara al futuro hemos de vivirlo dentro de una oscuridad parcial que lleva consigo el riesgo de toda nuestra existencia en aras de una promesa de salvación que ya ha comenzado, pero que todavía necesita ser actualizada en su totalidad (Maertens-Frisque).
2. Deberíamos asimilar el salmo de hoy: «Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado... los que esperan en ti no quedan defraudados. Señor, enséñame tus caminos, haz que camine con lealtad».
“Levantar el alma” al Señor significa el ardiente deseo de poner ante Él la propia existencia. “Alma” es uno de los términos configuradores de este salmo, como también “confiar” y “esperar”. Los “traidores sin motivo” pueden ser o enemigos del salmista o quienes han abandonado al verdadero Dios por los ídolos traicionando la Alianza. Se pide a Dios (vv. 4-5) ser instruido en sus caminos, pues es Él quien nos lleva a la salvación, y se le pide perdón en virtud de su misericordia, amor y bondad (vv. 6-7). El Señor enseña su camino a los pecadores y humildes (vv. 8-9), al hacer deponer la soberbia y acogerse a la misericordia divina, “porque ha experimentado la clemencia del que vino en su ayuda” (S. Agustín: cf. Biblia de Navarra).
3. Mc 12, 18-27; cf domingo 32C. Jesús se encontró a menudo con los intelectuales de su tiempo. La serie de relatos del evangelio de Marcos que estamos leyendo es precisamente una recopilación que el evangelista hace de las controversias, bastante ásperas, entre Jesús y los círculos cultivados de la capital: miembros del Consejo de la nación, animadores políticos (Herodianos, Saduceos). Los Saduceos, racionalistas escépticos, representan bastante bien una tendencia existente también hoy."¿La resurrección? ¡Deja que nos riamos! ¡Esto es imposible!"
-Maestro, Moisés nos ha prescrito que si el hermano de uno viniere a morir y dejare la mujer sin hijos... Tener una descendencia numerosa tenía entonces gran importancia; por ello, la viuda sin hijos se veía en la obligación de volver a casarse con el hermano de su difunto marido. Los saduceos se apoyaban en esa curiosa situación para tratar de ridiculizar la resurrección.
-En la resurrección, ¿de cuál de los siete hermanos será la mujer? Respondióles Jesús: ¿No habéis caído en error, por no entender las escrituras, ni el poder de Dios? Primera respuesta elemental: la resurrección pertenece al dominio de Dios, y por consiguiente escapa al dominio de la imaginación. "¡No comprendéis!" Esto no es una razón para que una cosa no exista. La resurrección ultrapasa vuestra comprensión porque procede del "poder de Dios". Hay otras muchas realidades, fuera de nuestro alcance por ejemplo: el fenómeno de la "vida". Señor, esto es verdad. Soy incapaz de comprender cómo resucitaremos, pero confío en ti. Tengo Fe. Creo.
-Porque, en efecto, cuando resuciten de entre los muertos no se casarán sino que serán como ángeles en los cielos. Expresión misteriosa. Jesús nunca ha despreciado el matrimonio ni las realidades sexuales: incluso las ha situado a un nivel muy alto (Mc 10,1-12). Esta expresión quiere sin duda significar, muy sencillamente, que, resucitados, nuestra única preocupación será la de "servir y alabar" a Dios (Mt 18,10). Es sólo una indicación vaga. Pero está en la línea de una espiritualización del ser humano. ¿Y por qué no? El cuerpo es muy hermoso, pero el espíritu es una maravilla. ¿No vale más ser inteligente y bueno, que sólo un "bello animal"?
-¿No habéis leído en el libro de Moisés: "Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob"? No hay Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error. Ellos partían de la Biblia. Jesús da la vuelta a su argumento citando un pasaje del Pentateuco (Ex 3, 6), solamente reconocido por los Saduceos. Descubrimos aquí, una vez más, a un Jesús buen conocedor de las Escrituras, capaz de citar hábilmente una frase para dar apoyo a una discusión. Señor, haz que amemos las Escrituras, y abre nuestra inteligencia a su comprensión. Dios de vivos, haz que amemos la vida, hasta la vida eterna. Quiero fiarme de ti. Sé que Tú has creado la vida y que te interesa. Creo, según tus palabras que los que han dejado este mundo, viven (Noel Quesson).
Jesús responde desenmascarando la ignorancia o la malicia de los saduceos. A ellos les responde afirmando la resurrección: Dios es Dios de vivos. Aunque matiza esta convicción de manera que también los fariseos puedan sentirse aludidos: ellos sí creían en la resurrección pero la interpretaban demasiado materialmente. La otra vida será una existencia distinta de la actual, mucho más espiritual. En la otra vida ya no se casarán las personas ni tendrán hijos, porque ya estaremos en la vida que no acaba. Lo principal que nos dice esta página del evangelio es que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Que nos tiene destinados a la vida. Es una convicción gozosa que haremos bien en recordar siempre, no sólo cuando se nos muere una persona querida o pensamos en nuestra propia muerte. La muerte es un misterio, también para nosotros. Pero queda iluminada por la afirmación de Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí no morirá para siempre». No sabemos cómo, pero estamos destinados a vivir, a vivir con Dios, participando de la vida pascual de Cristo, nuestro Hermano. Esa existencia definitiva, hacia la que somos invitados a pasar en el momento de la muerte («la vida de los que en ti creemos no termina, se transforma»), tiene unas leyes muy particulares, distintas de las que vigen en este modo de vivir que tenemos ahora. Porque estaremos en una vida que no tendrá ya miedo a la muerte y no necesitará de la dinámica de la procreación para asegurar la continuidad de la raza humana. Es ya la vida definitiva. Jesús nos ha asegurado, a los que participamos de su Eucaristía: «El que me come, tendrá vida eterna, yo le resucitaré el último día». La Eucaristía, que es ya comunión con Cristo, es la garantía y el anticipo de esa vida nueva a la que él ya ha entrado, al igual que su Madre, María, y los bienaventurados que gozan de él. La muerte no es nuestro destino. Estamos invitados a la plenitud de la vida (J. Aldazábal).
San Agustín describía así la vida de eterna y amorosa comunión: «No padecerás allí límites ni estrecheces al poseer todo; tendrás todo, y tu hermano tendrá también todo; porque vosotros dos, tú y él, os convertiréis en uno, y este único todo también tendrá a Aquel que os posea a ambos». ¿Qué significa Dios para nosotros? ¿Qué sentido tiene creer en Él? Nuestra respuesta no podemos darla con simples palabras, sino de un modo vital, pues de ello dependen nuestras esperanzas y nuestras acciones cotidianas. Si Él sólo es una fantasía en nuestra mente podemos utilizarlo para explotar los sentimientos de los demás, para vivir cómodamente a base de una fe manipulada a favor de nuestros mezquinos intereses personales. Si después de esta vida ya no hay vida, ni unión eterna con Dios, ¿qué sentido tiene sacrificarlo todo por los demás? ¿no será mejor pensar en nosotros mismos y tratar de sacar el mejor partido a costa de los demás para disfrutar de la vida antes de que se nos acabe y quedemos reducidos a la nada? Quien ha perdido la fe en el Dios de la Vida podrá incluso manipular el culto, con tal de tener prestigio y riquezas hablando de un Dios en quien ya no cree, pero que puede dejarle fuertes dividendos económicos, de prestigio ante los poderosos y de influencia ante los políticos. Dios, el Dios de la Vida espera al hombre, peregrino de fe, que lucha esforzadamente para que la vida sea plena entre nosotros y no un guiñapo que ha perdido su dignidad. Al final gozaremos de Él, que nos guió y nos ayudó a vivir comprometidos con el hombre de cada día para ayudarle en el camino de su perfección. Esa vida no será continuación de este valle de lágrimas, sino la continuación de nuestra entrega y de nuestro amor, llevado a su plenitud gracias a la Redención y al amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús, su Hijo y Hermano nuestro. ¿Creemos realmente en esto? Que no sean nuestras palabras, sino nuestras obras y nuestra vida misma lo que dé una respuesta vital a esta pregunta de fe. El Dios de la Vida nos reúne en torno a Él. Su Hijo, habiendo entregado su vida, no fue abandonado a la muerte, sino que Dios lo resucitó de entre los muertos para que, quienes creamos en Él y unamos a Él nuestra vida, en Él tengamos Vida eterna. Por medio de la Eucaristía hacemos nuestra la misma vida de Dios; Él, en su Hijo, no viene a nosotros sólo como un visitante pasajero; Él viene a hacer su morada en nosotros. Así como el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre, así el Hijo está en nosotros y nosotros en el Hijo (www.homiliacatolica.com). Una vez más, a este paso van a conseguir que deje de fumar o empiece a robar estancos. Además uno de los que más han subido es el Ducados, que es el que fumamos los españoles gorditos, bajitos y de más de cuarenta (lo del bigote es optativo). Será que los españoles de siempre tendremos que sacar a este país de la crisis, si es que tiene salida alguna. Está claro que por esto no vamos a organizar movilizaciones,, concentraciones ni huelgas de ceniza caída. Nos aguantaremos y creo que en mi caso dejaré de fumar. Nadie va a protestarle a la estanquera sobre lo caro que vende el tabaco, lo suben por ley y así se queda. Quienes queramos fumar tendremos que pagarlo. Será injusto, pero es sobre algo prescindible (aunque no os imagináis lo mal que lo paso cada vez que intento dejarlo). Pero no todas las leyes se refieren al tabaco, la forma de las tejas de las cubiertas o los límites de velocidad. Hay leyes que afectan a cuestiones fundamentales y por lo tanto su injusticia debe ser denunciable.
“No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio. De este Evangelio me han nombrado heraldo, apóstol y maestro, y ésta es la razón de mi penosa situación presente; pero no me siento derrotado, pues sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.” Impresionante el testimonio de San Pablo. “Duros trabajos”. “Penosa situación presente”…. “pero no me siento derrotado”.
Parece que se va fraguando una ley de libertad religiosa nueva en España. Ley que nadie ha pedido y que no se reclama socialmente, pero que se va fraguando poco a poco. Ya se ha retirado el saludo militar a Cristo en la Eucaristía, los funerales de estado y, pasito a pasito, irán surgiendo más cosas. Es decir, que nos van a subir el precio de ser católicos. Y subirá más para los bajitos, gorditos y tal vez con bigote, es decir, a aquellos que tienen una fe sencilla, heredada de padres y abuelos, que sacan la Iglesia adelante con sus oraciones, sus silencios y su caridad cercana. Personas sin grandes teologías ni rimbombantes palabras, con vidas pequeñas, ocultas, escondidas. Que rezan por el Papa y por sus gobernantes y que verán cómo va desapareciendo de su vista todo aquello que les recordaba a Jesucristo. Y a sus hijos y a sus nietos les faltará ese retablo viviente que es la vida pública de los cristianos. ¿Si lo quitan será porque es malo? Por lo menos ya se va sembrando la sospecha. Podemos quedarnos callados, dejar que sólo los que puedan pagar el precio vivan como cristianos o lanzarnos a vivir. “¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: “Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob”? No es Dios de muertos, sino de vivos.” Lanzarnos a vivir nuestra fe sin vergüenza, sin sentirnos acobardados o acomplejados. A quien le moleste que yo rece el rosario dando vueltas a mi parroquia por la calle, que me denuncie. La madre que pierda a su hijo en alguna acción de paz a tiros que pida un funeral católico en el cuartel. En el trabajo poner la estampa del Cristo de mi pueblo y de la patrona de mi diócesis. Al salir de casa santiguarse e igual al pasar frente a una iglesia. Llenar los domingos los templos, pasar muchas veces (y si el párroco no quiere abrir, que abra) a hacer la visita al Santísimo, reavivar el fervor en las procesiones, revitalizar la catequesis,…. no sé, a cada uno se le ocurrirán mil cosas.
No tengamos miedo de ser católicos. No es cosa de carcas o de progres, es cosa de hijos de Dios, “sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.”
La Virgen nos dará mil ideas para vivir, no ser cristianos muertos de estantería de estanco, sino vivos y actuantes. En 2011 vendrá el Papa, (y antes a Barcelona y Santiago). ¿No pensarás verlo por la tele?
 Publicado en Comentario a las L

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