miércoles, 24 de agosto de 2011

Jueves de la 21ª semana de Tiempo Ordinario: el tiempo es fugaz, y Dios paciente, pero nos apremia a ser felices, a corresponder con las virtudes a la

Jueves de la 21ª semana de Tiempo Ordinario: el tiempo es fugaz, y Dios paciente, pero nos apremia a ser felices, a corresponder con las virtudes a la fidelidad a su llamada, en cada instante

Primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 3,7-13. Hermanos, en medio de todos nuestros aprietos y luchas, vosotros, con vuestra fe, nos animáis; ahora nos sentimos vivir, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor. ¿Cómo podremos agradecérselo bastante a Dios? ¡Tanta alegría como gozamos delante de Dios por causa vuestra, cuando pedimos día y noche veros cara a cara y remediar las deficiencias de vuestra fe! Que Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesús nos allanen el camino para ir a veros. Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.

Salmo 89,3-4.12-13.14 y 17. R. Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres.
Tú reduces al hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán.» Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos.
Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 24,42-51. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

Comentario: 1.- 1Ts 3,7-13. Cuando una comunidad a la que un apóstol ha dedicado tanto tiempo, responde bien, se convierte en un motivo de alegría para el apóstol. Pablo dice a los de Tesalónica: «vosotros, con vuestra fe, nos animáis... ahora respiramos... ¿cómo podremos agradecérselo bastante a Dios?... tanta alegría como gozamos...». Y manifiesta el deseo de que las cosas se arreglen de manera que pueda ir a hacerles una visita. A la vez, les asegura que les recuerda cada día en su oración. Lo que pide para ellos es «que Dios os haga rebosar de amor», «que os fortalezca internamente», que remedie «las deficiencias de vuestra fe», y así, en la venida última del Señor, «os presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre». De nuevo presenta las tres virtudes teologales de la comunidad: el amor, la fe y la esperanza. Un apóstol -un catequista, un educador, un sacerdote- tiene con los destinatarios de su trabajo una relación compleja:
- se entrega a ellos, como ha dicho Pablo en las páginas anteriores, con total desinterés, con amor de madre y de padre, dispuesto a dar por ellos su propia vida;
- pero no sólo da a los demás, sino que también recibe de ellos, y tal vez es más lo que recibe que lo que da; no sólo enseña, sino aprende; no tiene el monopolio de la verdad ni de la generosidad: muchas veces encuentra en las demás personas, por alejadas que parezcan, valores y actitudes que no se esperaba, y que le estimulan y le llenan de alegría, como cuando Jesús «se admiraba» de la fe que encontró en personas no judías, como la mujer cananea o el centurión romano; la Iglesia no sólo es maestra, sino también discípula: en el diálogo con el mundo de hoy, podemos aprender mucho de los jóvenes, o de los no creyentes, de los alejados, y, mucho más, de tantos cristianos sencillos que, tal vez con poca formación, siguen con generosidad el camino de Dios y hacen todo el bien que pueden a su alrededor; evangelizar, a veces, es también descubrir en el corazón de las personas la acción escondida del Espíritu que prepara en ellas el camino para un encuentro pleno con Cristo en la Iglesia;
- y todo eso le lleva a un apóstol a rezar por esas personas, porque la fuerza transformadora está en Dios; pide por ellas, da gracias a Dios por ellas, y le reza para que progresen todavía más, que «rebosen de amor» y que se «fortalezcan internamente», y si es el caso, vayan subsanando «las deficiencias en su fe». En la oración es donde se recompone siempre la dirección de nuestro trabajo. Como dice el salmo: «baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos».
Pablo es modelo en las tres direcciones: en la entrega, en los ánimos que sabe recibir de los demás y en la oración que dirige a Dios por ellos.
Pablo concluye la primera parte de su carta a los tesalonicenses con una oración. Antes ha recordado su evangelización y su conversión (1,2-10), y subrayando la diferencia entre el comportamiento de los apóstoles y el de los falsos misioneros (2,1-16).
Estamos en el año 51 y Pablo está lejos de Tesalónica. Teme las consecuencias de las falsas predicaciones y de las persecuciones que sufren los cristianos. Ni siquiera las noticias traídas por Timoteo le han tranquilizado totalmente (2,17-3,10). Pide entonces a Dios la alegría de volver a ver a los suyos para hacerles progresar en la fe. La oración de Pablo se desarrolla según una estructura precisa: los vv. 10-11 hacen alusión a la fe de los tesalonicenses, el v. 12 recuerda su caridad y el v. 13 su esperanza. La principal preocupación del fundador de la comunidad parece ser las virtudes teologales, fundamento de la vida del cristiano.
La fe de la comunidad es frágil y el informe de Timoteo ha revelado, probablemente, sus lagunas. Pablo había debido abandonar Tesalónica sin haber podido acabar la catequesis necesaria (Act 17,1-10). Pide a Dios que allane los obstáculos que han impedido hasta el momento su retorno.
Segundo objeto de la oración de San Pablo: el crecimiento de la caridad entre hermanos, pero también hacia todos los hombres, aunque fuesen perseguidores de la comunidad (Gal 6,10; Rom 12,10-21). El apóstol estima en efecto que él es responsable del amor que los tesalonicenses se testimonian mutuamente, ya que este amor es reflejo del que él les ha testimoniado (la misma actitud en 2 Ts 3,7-9; Flp 3,17; 4,9; 1 Co 4,16; 11,1).
La fe y el amor sólidos asegurarán a los cristianos de Tesalónica una santidad irreprochable. Pero esta debe crecer sin cesar en la esperanza de la Parusía del Señor (1 Tes 5,23; 1 Cor 1,8). Pablo participa también de las concepciones de su tiempo, según las cuales la Parusía se manifestará al término de las persecuciones. Las vejaciones sufridas por sus corresponsales no son más que el preludio.
Puede existir un cierto peligro en distinguir las tres virtudes teologales como si fueran tres poderes autónomos en el organismo del hijo de Dios. De hecho, al distinguir estas tres virtudes, Pablo sigue el procedimiento literario de la tríada. El organismo cristiano es único y no se puede tener la fe sin amor, ni el amor sin esperanza. Esto es, además, lo que el apóstol afirma cada vez que es conducido a describir estas virtudes. Este organismo cristiano único que es, en el fondo, la capacidad de dar a todas las cosas un sentido nuevo en Jesucristo, se expresa de varias maneras, pero entre ellas algunas son como actitudes privilegiadas y decisivas: el sentido que damos a la vida, a la muerte y a la resurrección del hombre-Dios, el sentido que damos a la vida de los hombres, entre ellos, el sentido, finalmente, que damos a la marcha de la humanidad y son, respectivamente, la fe, la caridad y la esperanza actitudes que no pueden adquirirse sino en el nombre del Señor (Martens-Frisque).
-Hermanos, en medio de todas nuestras congojas y tribulaciones, las noticias recibidas de vuestra fe nos han reconfortado. Ahora sí que vivimos porque vosotros permanecéis firmes en el Señor. Ahora «revivimos» porque tenemos buenas noticias de la firmeza de vuestra fe. La respiración del apóstol y toda su vida provienen de sus fieles. «Os mantenéis firmes en el Señor.» La fe se parece a un combate en el que hay que apretar los dientes ¡y aguantar! El mismo Pablo confiesa el contexto de su vida de apóstol: vive «en medio de congojas y tribulaciones». Esta fuerza, esta perseverancia que, a pesar de los obstáculos, experimentan los que tienen Fe, no proviene de sí mismos, es una fuerza «en el Señor». Puede coexistir con un profundo sentimiento de debilidad personal (Rm 7,14-25).
-¿Cómo podremos agradecer a Dios por vosotros por todo el gozo que por causa vuestra experimentamos ante nuestro Dios? Noche y día pedimos insistentemente... Las pruebas de Pablo no le hacen taciturno o melancólico. Nos dice que pasa noche y día dando gracias a Dios en el gozo y en la oración. ¿Y yo? ¿me esfuerzo en transformar mis preocupaciones de esa manera positiva? San Pablo nos dirá ahora sobre qué puntos precisos se desarrolla su oración:
1º La fe . -Que Dios nos haga ver vuestro rostro para completar lo que falta a vuestra fe. Que Dios mismo, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo, orienten nuestros pasos hasta vosotros. El primer objetivo de su oración es la consolidación de la Fe de esa comunidad. Después de una evangelización tan corta -unas semanas- no ha de extrañarnos que la fe de los Tesalonicenses sea frágil y llena de lagunas. A causa de la persecución, Pablo se vio obligado a salir de allí antes de lo que hubiese querido. Podría extrañar que nos hable de «fe incompleta» después de los elogios que les ha prodigado precisamente sobre su fe. Pero la Fe tiene dos aspectos:
-es ante todo un acto global de adhesión a Cristo...
-es además una vida según Cristo que requiere un desarrollo, una catequesis.
¿Sé yo «completar lo que le falta a mi fe»? ¿Ruego para que progrese mi fe y la fe de todos los que amo?
2º La caridad. -Que el señor os haga progresar en el amor de unos con otros y para con todos, como es nuestro amor para con vosotros. Amar: primero «entre hermanos», pero también y ampliamente a «todos los hombres». Esta es una de las más puras características del evangelio.
3º La esperanza. -Para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos. La esperanza y la espera que dan un sentido a la vida (Noel Quesson).
2. El salmo hace referencia a la fugacidad de la vida, centrándose en la creación del hombre, al que formó Dios del polvo de la tierra (Gn 3,19) y le ha dado una vida breve, y dice S. Pedro que Dios tiene paciencia con nosotros: “no tarda el Señor en cumplir con su promesa, como algunos piensan; más bien tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan” (2 P 3,8-9).
Decía el fundador del Opus Dei: “Os recuerdo de nuevo que nos queda poco tiempo: tempus breve est, porque es breve la vida sobre la tierra, y que, teniendo aquellos medios, no necesitamos más que buena voluntad para aprovechar las ocasiones que Dios nos ha concedido. Desde que Nuestro Señor vino a este mundo, se inició la era favorable, el día de la salvación, para nosotros y para todos. Que Nuestro Padre Dios no deba dirigirnos el reproche que ya manifestó por boca de Jeremías: en el cielo, la cigüeña conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla conocen los plazos de sus migraciones: pero mi pueblo ignora voluntariamente los juicios de Yavé.
No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión! El tiempo es un tesoro que se va, que se escapa, que discurre por nuestras manos como el agua por las peñas altas. Ayer pasó, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otro ayer. La duración de una vida es muy corta. Pero, ¡cuánto puede realizarse en este pequeño espacio, por amor de Dios!
No nos servirá ninguna disculpa. El Señor se ha prodigado con nosotros: nos ha instruido pacientemente; nos ha explicado sus preceptos con parábolas, y nos ha insistido sin descanso. Como a Felipe, puede preguntarnos: hace años que estoy con vosotros, ¿y aún no me habéis conocido? . Ha llegado el momento de trabajar de verdad, de ocupar todos los instantes de la jornada, de soportar -gustosamente y con alegría- el peso del día y del calor”.
Dios es también el que puede perdonar y hacer felices los días del hombre sobre la tierra. Es lo que se le pide en estos versículos.
3.- Mt 24, 42-51 (ver paralelo, domingo 19, C). Nos quedan tres días de lectura del evangelio de san Mateo. Y los tres tienen un mismo tema: el discurso «escatológico» de Jesús, el quinto y último de los que Mateo nos ofrece en su evangelio, organizando los dichos de Jesús (cf. lo que decíamos el lunes de la décima semana). El discurso escatológico se refiere a los acontecimientos finales y, en concreto, a la actitud de vigilancia que debemos tener respecto a la venida última de Jesús. Hoy nos lo dice con dos comparaciones muy expresivas: el ladrón puede venir en cualquier momento, sin avisar previamente; el amo puede regresar a la hora en que los criados menos se lo esperan. En ambos casos, la vigilancia hará que el ladrón o el amo nos encuentren preparados. Nos va bien que nos recomienden la vigilancia en nuestra vida. No es que sea inminente el fin del mundo, con la aparición gloriosa de Cristo. Ni que necesariamente esté próxima nuestra muerte. Pero es que la venida del Señor a nuestras vidas sucede cada día, y es esta venida, descubierta con fe vigilante, la que nos hace estar preparados para la otra, la definitiva. Toda la vida está llena de momentos de gracia, únicos e irrepetibles. Los judíos no supieron reconocer la llegada del Enviado: ¿desperdiciamos nosotros otras ocasiones de encuentro con el Señor?
El estudiante estudia desde el principio de curso. El deportista se esfuerza desde que empieza la etapa o el campeonato. El campesino piensa en el resultado final ya desde la siembra. Aunque no sean inminentes ni el examen ni la meta definitiva ni la cosecha. No es de insensatos pensar en el futuro. Es de sabios. Día a día se trabaja el éxito final. Día a día se vive el futuro y, si se aprovecha el tiempo, se hace posible la alegría final. «Estad en vela»: buena consigna para la Iglesia, pueblo peregrino, pueblo en marcha, que camina hacia la Venida última de su Señor y Esposo. Buena consigna para unos cristianos despiertos, que saben de dónde vienen y a dónde van, que no se dejan arrastrar sin más por la corriente del tiempo o de los acontecimientos, que no se quedan amodorrados por el camino. Estar en vela no significa vivir con temor, ni menos con angustia, pero sí con seriedad. Porque todos queremos escuchar, al final, las palabras de Jesús: «muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor» (J. Aldazábal).
Las tres páginas propuestas hasta el sábado inclusive las incluye san Mateo en un gran discurso de Jesús sobre el "Fin de los Tiempos" -Escatología-Velad... Convendría citar por entero el sermón 22 de Newman sobre la "vigilancia". He aquí algunos extractos: "Jesús preveía el estado del mundo tal como lo vemos hoy, en el que su ausencia prolongada nos ha inducido a creer que ya no volverá jamás... Ahora bien, muy misericordiosamente nos susurra al oído que no nos fiemos de lo que vemos, que no compartamos esa incredulidad general... sino que estemos alerta y vigilantes". "Debemos no sólo "creer", sino "vigilar"; no sólo "amar", sino "vigilar"; no sólo "obedecer", sino "vigilar"; vigilar ¿por que? Por ese gran acontecimiento: la venida de Cristo…
"¿Sabéis qué es estar esperando a un amigo, esperar su llegada y ver que tarda en venir? ¿Sabéis qué es estar con una compañía desagradable, y desear que pase el tiempo y llegue el momento en que podáis recobrar vuestra libertad? ¿Sabéis qué es tener lejos a un amigo, esperar noticias suyas, y preguntarse día tras día qué estará haciendo ahora, en ese momento, si se encontrara bien?... Velar a la espera de Cristo es un sentimiento parecido a estos, en la medida en que los sentimientos de este mundo son capaces de representar los de otro mundo..."
-Velad, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela... También vosotros estad preparados: porque en el momento que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre.
También el Padre Duval ha traducido maravillosamente esta espera en su canción. "El Señor volverá, lo prometió, que no te encuentre dormido aquella noche. "En mi ternura clamo hacia El: Dios mío, ¿será quizá esta noche? "El Señor volverá, espéralo en tu corazón, ¡no sueñes en disfrutar lejos de El tu pequeña felicidad!" ¡Jesús "viene"! Y nos advierte: ¡velad! porque vengo cuando no lo pensáis.
Podríais malograr esa "venida", esa cita imprevista, esta visita-sorpresa. Y para que nos pongamos en guardia contra nuestras seguridades engañosas, Jesús llega a compararse a un "ladrón nocturno". Inseguridad fundamental de la condición humana.
Jesús "vendrá"... al final de los tiempos en el esplendor del último día. Jesús "vendrá"... a la hora de nuestra muerte en el cara a cara de aquel momento solemne "cuando se rasgará el velo que nos separa del dulce encuentro".
Pero... Jesús "viene"... cada día, si sabemos "estar en vela". No hay que esperar el último día. Está allí, detrás del velo. Viene en mi trabajo, en mis horas de distensión, de solaz. Viene a través de tal persona con quien me encuentro, de tal libro que estoy leyendo, de tal suceso imprevisto... Es el secreto de una verdadera revisión de vida.
-¿Dónde está ese "empleado" fiel y sensato encargado por el amo de dar a su servidumbre la comida a sus horas? Dichoso el tal empleado si el amo, al llegar lo encuentra cumpliendo con su obligación... Sí, "velar", atisbar "las" venidas de Jesús, ¡no es estar soñando! Es hacer cada uno el trabajo de cada día, es considerarse, de alguna manera, responsable de los demás, es darles, cuando se requiera, su porción de pan, es amar. En verdad eso concierne, muy especialmente, a los "jefes de comunidad", en la Iglesia o en otra parte. Y ¿quién no es jefe de una comunidad? Familia, equipo, grupo, clase, despacho, empresa, sindicato, club, colegas, clientes, etc. Darles, cuando es oportuno, lo que esperan de mí (Noel Quesson).

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