jueves, 24 de febrero de 2011

7ª semana miércoles, impar. «Mucha paz tienen, Señor, los que aman tus leyes»; y todo lo bueno viene de Jesús, que dice: «el que no está contra nosotr

Eclesiástico 4,11-19: 11 La sabiduría a sus hijos exalta, y cuida de los que la buscan. 12 El que la ama, ama la vida, los que en su busca madrugan serán colmados de contento. 13 El que la posee tendrá gloria en herencia, dondequiera que él entre, le bendecirá el Señor. 14 Los que la sirven, rinden culto al Santo, a los que la aman, los ama el Señor. 15 El que la escucha, juzgará a las naciones, el que la sigue, su tienda montará en seguro. 16 Si se confía a ella, la poseerá en herencia, y su posteridad seguirá poseyéndola. 17 Pues, al principio, le llevará por recovecos, miedo y pavor hará caer sobre él, con su disciplina le atormentará hasta que tenga confianza en su alma y le pondrá a prueba con sus preceptos, 18 mas luego le volverá al camino recto, le regocijará y le revelará sus secretos. 19 Que si él se descarría, le abandonará, y le dejará a merced de su propia caída.
Salmo (119,165,168,171-172,174-175). 165 Mucha es la paz de los que aman tu ley, no hay tropiezo para ellos. 168 Guardo tus ordenanzas y dictámenes que ante ti están todos mis caminos. 171 Mis labios proclaman tu alabanza, pues tú me enseñas tus preceptos. 172 Mi lengua repita tu promesa, pues todos tus mandamientos son justicia. 174 Anhelo tu salvación, Yahveh, tu ley hace mis delicias. 175 Viva mi alma para alabarte, y ayúdenme tus juicios.
Marcos 9,38-40: 38 Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» 39 Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. 40 Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.»
Comentario: 1.- Si 4,12-22. La sabiduría aparece personificada: es como una madre que instruye a sus hijos, una maestra que busca el bien de sus discípulos, que les sale al encuentro, que les guía disimuladamente y les revela sus secretos. Actúa como mediadora entre Dios y los creyentes. El autor del libro enumera la serie de ventajas que les vienen a los que aman la sabiduría y la consiguen: tendrán vida, gozarán del favor y de la gloria y la bendición de Dios, aprenderán a juzgar rectamente, se verán acompañados por ella todos los días, les irá instruyendo y educando. Al revés: el que desprecia la sabiduría está caminando a su propia ruina.
Al oir esta descripción de la sabiduría no podemos dejar de pensar que para nosotros, cristianos, la sabiduría de Dios nos está bien cercana y continuamente presente en Cristo Jesús, el Maestro, la Palabra viviente de Dios, que nos invita a seguirle, que nos acompaña en nuestro camino, que nos ayuda a discernir y a ver las cosas y los acontecimientos desde los ojos mismos de Dios. La Palabra de Dios que escuchamos día tras día, sobre todo en la celebración litúrgica, nos está invitando a llenar de Luz nuestra vida, a dejarnos impregnar de su esperanza y de su alegría. Si el Sirácida intentaba despertar entusiasmo por la sabiduría en el AT (quería que la amaran, la buscaran, la siguieran, la poseyeran), cuánto más nosotros, que reconocemos en Jesús a la Palabra definitiva y viviente de Dios para todos los tiempos. El que dijo: «Yo soy el camino y la verdad y la vida». Si hacemos caso a este Maestro, atesoramos su Palabra y la llevamos a nuestra vida, estamos en el camino de la verdadera felicidad. A la larga, el que edifica sobre la sabiduría de Dios, y no sobre la del mundo o el propio capricho o los gustos de moda, tendrá ocasión de decir con el salmo: «mucha paz tienen, Señor, los que aman tus leyes», porque edifica sobre roca (J. Aldazábal).
-La sabiduría exalta a sus hijos y cuida de los que la buscan. El que la ama, ama la vida. Los que la buscan desde la aurora, serán colmados de gozo. El que la posee tendrá la gloria en herencia, dondequiera que él entre, le bendecirá el Señor. Encontramos de nuevo las afirmaciones de un optimismo profundo: La sabiduría es fuente de «vida», de «gozo» y de «felicidad» ... ¿«Amo yo la vida», según la invitación de ese pasaje de la Escritura? ¿Deseo ávidamente la sabiduría, hasta el punto de «andar buscándola desde la aurora»? ¡Inestimable valor de la mañana! Un nuevo día empieza para mí, para el mundo. ¿Cómo empleo esos primeros minutos de mi jornada? ¿Son para mí un instante de plenitud y de orientación?
-Los que sirven a la Sabiduría, rinden culto al Dios santo. A los que la aman, los ama el Señor. «Servir» a la Sabiduría... «Amar» a la Sabiduría... Es todo un estilo de vida. Este arte de vivir, este humanismo no es solamente privilegio de los creyentes -porque muchos de nuestros hermanos agnósticos viven también de Sabiduría-. Ben Sirac nos repite que es un «culto al Dios Santo». ¡El Señor «les» ama! El autor de esas frases vivía en pleno mundo helenístico pagano, y sabía admirar la sabiduría de las culturas de su tiempo; pero sabía también vincularlas a su propia visión religiosa. ¿Tengo yo esa misma tendencia profunda y equilibrada, que me facilitaría a la vez: -reconocer los valores humanos vividos por tantos hombres de HOY... -y hacer patente su relación a Dios de quien esos valores emanan y a quien rinden un verdadero culto: «la gloria de Dios es el hombre vivo»? La finalidad de la «revisión de vida» es la de habituarnos a tener esa doble mirada, a la vez humana y divina.
-El que escucha la sabiduría... El que la sigue... El que a ella se confía... Al principio le llevará por recovecos, le hará sentir timidez, miedo y pavor; con su disciplina le atormentará hasta obtener su confianza... mas luego le conducirá al camino recto, le regocijará y le revelará sus secretos. Hay en todo ello una idea muy interesante: la experiencia de la «búsqueda». Ser sabio no es una posesión orgullosa y de una vez para siempre. No hay peor error que creerse definitivamente seguro de poseer la verdad. Ser sabio, es, ante todo, «aceptar el aprendizaje», es «revisar» lo que uno sabe, «permanecer abierto a los progresos» es «aceptar los límites de la propia sabiduría» ¡para continuar buscando! Ben Sirac llega hasta a hablar del «tormento» de la búsqueda. Querer comprender mejor el mundo, querer comprender mejor a Dios, no es un reposar... es una aventura. Requiere esfuerzo, una ruda «disciplina»... al final de los cuales se encuentra el gozo y el conocimiento de los «secretos del mundo».
-La sabiduría le revelará sus secretos. ¡Un secreto! Algo precioso, pero escondido, no aparente ni evidente. Hay que ir más allá de la superficialidad de las cosas hasta llegar a su núcleo más profundo. Condúcenos. Señor, hasta lo esencial. Revélanos tus secretos. Líbranos de las falsas soluciones y de las seguridades a corto término. Danos esa Sabiduría que proviene de Ti. Que nuestra luz sea tu Evangelio (Noel Quesson).
2. Salmo (119,165,168,171-172,174-175). La paz está relacionada con el amor, como cantan otros lugares: “la justicia y la paz se besan”. La ley de Dios va unida a esta paz interior, y el corazón proclama: “Anhelo tu salvación, Yahveh, tu ley hace mis delicias. Viva mi alma para alabarte, y ayúdenme tus juicios”. Es un anhelo de cielo, pero ya aquí en el día a día…

3.- Mc 9,37-39. Jesús sigue educando a los suyos. Esta vez les enseña que no tienen que ser personas celosas ni caer en la tentación del monopolio de nada. Ante la acusación de Juan de que hay un exorcista que no es del grupo, o sea, que echa demonios en nombre de Jesús, pero «no es de los nuestros», Jesús reacciona con una magnifica amplitud de miras: «No se lo impidáis... el que no está contra nosotros está a favor nuestro». Y más si, en nombre de Jesús, hace milagros. Los apóstoles pecaban muchas veces de impaciencia y de celos. Querían arrancar la cizaña del campo. Deseaban que lloviera fuego del cielo porque en un pueblo no les habían querido acoger. Jesús tenía siempre mucha más paciencia y un corazón mucho más generoso.
Es otra de las tentaciones de «los buenos»: acaparar a Dios, monopolizar sus dones y sus bienes, sentir celos de que otros hagan cosas buenas que no se les habían encomendado oficialmente. Que puedan surgir en la comunidad movimientos e ideas que no teníamos controlados. Es un caso muy parecido a lo que cuenta el libro de los Números. En aquella ocasión fue Josué, discípulo fiel de Moisés, el que se quejó a éste de que dos ancianos, Eldad y Medad, no habían acudido a la reunión constituyente del grupo de los setenta, en la que los demás recibieron el espíritu y la misión de colaboradores de Moisés, y sin embargo estaban actuando como profetas. También entonces Moisés reaccionó magnánimamente: «¿Es que estás celoso? Quién me diera que todo el pueblo profetizara porque Yahvé les daba su espíritu!» (Nm 11,29). ¿Se nos puede achacar también a nosotros que somos demasiado celosos de nuestros derechos, derechos de monopolio que tal vez nadie nos ha dado? Eso puede pasar entre sacerdotes y laicos, entre mayores y jóvenes, entre hombres y mujeres, entre miembros de una comunidad, entre la comunidad grande y los movimientos o grupos más pequeños. Aparte la misión encomendada en la Iglesia, por ejemplo, a los ministros ordenados o a los pastores responsables, ¿no exageramos a veces nuestra tendencia a acaparar la verdad o el poder o la razón?, ¿no tendríamos que dejar más espacio a la corresponsabilidad de otros y no monopolizar territorios como posesión nuestra? No somos los únicos buenos. No somos dueños del Espíritu. Deberíamos saber aceptar la parte de razón de los demás, reconocer sus valores, admitir que también otros actúan al menos tan inteligentemente como nosotros y con la misma buena voluntad, y alegrarnos de sus éxitos. Si otros han logrado expulsar demonios, ¿no debería eso llenarnos de alegría? Porque no se trata de que el bien lo hagamos nosotros, para que nos aplaudan, sino que el bien se haga, sea quien sea quien lo haga, y que este mundo se vea liberado de sus demonios y opresiones. Y aplaudir nosotros, si han sido otros los que lo han conseguido. Pablo, escribiendo desde la cárcel a los Filipenses (1,18) reconoce que hay personas que están predicando a Cristo, unas por rivalidad y otras con buena voluntad. Y él se alegra de que el mundo vaya conociendo a Cristo: «¿y qué? al fin y al cabo, por hipocresía o sinceramente, Cristo es anunciado y esto me alegra y seguirá alegrándome». Es la actitud que Cristo nos enseña hoy.
-Juan, uno de los doce, decía a Jesús. Juan, "el discípulo que Jesús amaba", como dirá de sí mismo. Entre los doce, es efectivamente uno de los que parece mejor comprender a Jesús, estar más próximo a El. ¿Qué dirá a Jesús? "Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba a los espíritus impuros, pero que no es de los nuestros y se lo hemos prohibido Decididamente, ¡cuán enzarzados se hallan todos en cuestiones de prelaciones, de envidias, de mezquindades! Jesús acaba de anunciar su Pasión en la que se hará el "último de los servidores"..., ha aconsejado a sus discípulos hacerse servidores y no buscar los primeros sitios. Y he aquí que la reacción de Juan, uno de los mejores, es una reacción de dominio, una voluntad de poder, una preocupación de conservar un monopolio; ¡quisiera guardar para él solo, acaparar para el grupo de los Doce el poder de Cristo! No juzguemos a los apóstoles, no juzguemos a nadie. Sería demasiado fácil, ya lo hemos dicho, aplicar el evangelio... a los demás. ¿Quién de nosotros no ha tenido alguna vez esos sectarismos de grupo? La capa de la solidaridad y de la defensa del bien común de nuestro medio ambiente, ¿no resulta a veces que de hecho estamos defendiendo nuestros propios intereses? ¿Quién de nosotros no ha buscado, algún que otro día, conservar ventajas adquiridas, impidiendo así que otros probaran su suerte?
-Este hombre no está con nosotros, no es de los nuestros... No forma parte de nuestro grupo. Y sin embargo.. hace el bien, ¡expulsa los demonios en tu Nombre! Esta situación es muy frecuente y muy actual en la Iglesia de hoy. Sí, la gracia de Cristo actúa más allá de las estructuras visibles de Iglesia. Hombres y mujeres, como en tiempo de Jesús, no forman parte del grupo de discípulos y no obstante actúan en nombre de Jesús.
-No se lo prohibáis. He aquí la respuesta de Jesús. -Pues ninguno que haga un milagro en mi nombre, hablará luego mal de mí. Trabajar para Cristo, actuar en el mismo sentido que actuaba Cristo, es ya una cosa buena... que permite caminar hacia un conocimiento y una palabra conformes a Cristo. No es este el único pasaje del evangelio en el que Jesús da valor a la acción. Para muchos hombres de nuestro tiempo, es también por la acción recta, por el compromiso serio según la propia conciencia... que podrá instaurarse una pedagogía de la fe que llevará al descubrimiento más explícito de Cristo.
-El que no está contra nosotros, está con nosotros. Esto va en el mismo sentido. ¡Fórmula alocadamente optimista! En lugar del espíritu estrecho y sectario de Juan, tenemos aquí una apertura total. Jesús invita a sus discípulos a confiar en el Espíritu Santo. La Iglesia actual, siguiendo a Jesús, quiere ser ampliamente abierta. El último Concilio voluntariamente renunció a hacer ninguna condena: "¡el que no está contra nosotros, está con nosotros!" ¿Creo efectivamente que Dios actúa en todas partes? ¿Y que el Espíritu no es propiedad de ningún grupo? ¿Ni de ninguna estructura? El Espíritu sopla donde quiere. ¡No se lo impidamos! (Noel Quesson). Llucià Pou Sabaté

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