domingo, 15 de noviembre de 2009

Sábado de la 31ª semana. San Pablo se rodea de cristianos, y la primitiva Iglesia nos recuerda una vida desprendida del dinero y vivida en confianza en Dios, y lo que vale de verdad

 

 

Carta del apóstol san Pablo a los Romanos 16,3-9.16.22-27. Hermanos: Saludos a Prisca y Aquila, colaboradores míos en la obra de Cristo Jesús; por salvar mi vida expusieron su cabeza, y no soy yo sólo quien les está agradecido, también todas las Iglesias de los gentiles. Saludad a la Iglesia que se reúne en su casa. Saludos a mi querido Epéneto, el primer convertido de Cristo en Asia. Saludos a Maria, que ha trabajado mucho por vosotros. Saludos a Andrónico y Junia, mis paisanos y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo. Saludos a Ampliato, mi amigo en el Señor. Saludos a Urbano, colaborador mío en la obra de Cristo, y a mi querido Estaquis. Saludaos unos a otros con el beso ritual. Todas las Iglesias de Cristo os saludan. Yo, Tercio, que escribo la carta, os mando un saludo en el Señor. Os saluda Gayo, que me hospeda, y toda esta Iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y nuestro hermano Cuarto. Al que puede fortaleceros según el Evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en los escritos proféticos, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios, único sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

Salmo 144, 2-3.4-5.10-11. R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza.

Una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas. Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.

 

Evangelio según san Lucas 16, 9-15. En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: -«Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.» Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él. Jesús les dijo: -«Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres Dios la detesta.»

 

Comentario: 1.- Rm 16, 03-9.16.22-27. Hoy terminamos la lectura de la carta a los Romanos, que nos ha acompañado durante un mes. Y lo hacemos admirando la delicadeza de Pablo, que saluda a personas muy concretas y transmite saludos también de parte de personas muy concretas. Recuerda agradecido a diversos colaboradores, la mayoría laicos, que le han ayudado en su misión. Para todos tiene una palabra de alabanza y aprecio. Él no ha estado todavía en Roma, pero se ve que muchos de sus conocidos de otras regiones han ido a parar allá. Juntamente con él, saludan a los romanos varias personas que le ayudan en ese momento. Pablo ha querido que conste también el nombre del amanuense que escribe la carta a su dictado: Tercio. La carta termina con una alabanza a Dios, por medio de Jesucristo.

Pablo trabajaba en equipo. A pesar de ser un líder con tantas cualidades, se apoya en personas que apenas conocemos nosotros. Es interesante que aparezcan aquí nombres como Andrónico, Junia, Ampliato, Urbano, Estaquis, Gayo, Cuarto... ¿Quiénes son?, ¿en qué colaboraron con Pablo? Tambien ahora, ¡cuántos laicos y laicas "anónimos", que no salen en las revistas de la Iglesia, están aportando una contribución valiosísima en la catequesis, en la pastoral de los niños o de los enfermos, en las misiones, en el sostenimiento también económico de las obras de la Iglesia! Parece que nadie se acuerda de agradecérselo. Pero seguro que están en la lista de Dios.

Pablo saluda a todos. Nombra y agradece a cada uno lo que ha hecho. Es como Jesús, que llama por su nombre a Marta y a María, y a la Magdalena, y a Tomás y a Pedro y a Felipe. ¿Sabemos saludar y agradecer nosotros? ¿sabemos los nombres de las personas que colaboran en el equipo de liturgia, o en el consejo pastoral, o en los grupos de catequesis o de atención a los enfermos? ¿o nuestra comunidad es una sociedad anónima? Saludar es salir un poco de sí mismos. Saludar agradecidos es reconocer que no somos protagonistas exclusivos: que sin la ayuda de otros, no hubiéramos hecho casi nada. Saludar es ser humilde y poner buena cara a todos, a los adictos y a los alejados. Además de agradecer a Dios y de bendecir su nombre, también debemos agradecer a las personas y tener un detalle con ellas (cumpleaños, Navidades, motivos de alegría o de luto familiares). Que el gesto de paz antes de comulgar, con los que están más cercanos a nosotros, sea verdadero, no ficticio, aprendiendo cada día a descubrir los valores que tienen las personas que viven con nosotros.

Como en cada final de carta. Pablo saluda a unas personas cuyos nombres cita. Hay que leer esos nombres con respeto: la mayoría son desconocidos, humildes cristianos de los primeros tiempos, colaboradores de Pablo, que no han dejado otra cosa, en la historia, que su nombre al final de una carta: sin embargo, sin duda, su papel ha sido capital... nos han transmitido la fe.

-Saludad a Prisca y Aquilas, mis cooperadores en Cristo Jesús... así también a la Iglesia que se reúne en su casa. Meditamos, de paso, lo que esta frase evoca. Un matrimonio cristiano... Aquilas y Prisca... que reúnen en su casa a un grupo de otros cristianos para celebrar la eucaristía. Rogamos para que nuestras misas, poco a poco, encuentren de nuevo algo de esa simplicidad y de ese fervor de vida "juntos" en la fe en el mismo Cristo Jesús.

-Saludad a Epeneto, María, Andrónico, Junia, Ampliato, Urbano, Estaquio... Y los cristianos que están con Pablo se unen a él para firmar la carta.

-Yo Tercio, que ha escrito esta carta os saludo en el Señor... De igual modo Gayo, Erasto, Cuarto... En las grandes ciudades de HOY encontraremos de nuevo la situación de esos primeros cristianos, una ínfima minoría de creyentes, perdidos en medio de un mundo. ¿Sabremos también crear esos «vínculos» entre personas que nos permite reconocernos y amarnos? De esos primeros cristianos se decía: «¡Ved cómo se aman!» En mi vida cotidiana, ¿qué hago yo en este mismo sentido para crear una fraternidad con otros, «en el Señor»? Conclusión.

-Gloria a Dios... Para san Pablo, la acción de gracias es el clima de su vida. Pasa el tiempo dando "Gloria a Dios".

-A Aquel que puede fortaleceros y consolaros conforme al Evangelio... Hemos destacado a menudo el tema de la «fuerza» del evangelio. La vida cristiana no es blandura. pasividad, sino "fuerza", dinamismo.

-Este es el «Misterio» que ha sido ahora revelado: mantenido en el silencio desde siempre... Pero hoy manifestado... La palabra "misterio" en san Pablo, tiene un sentido preciso. Evoca «el proyecto de Dios que se revela poco a poco a través de la historia». ¡El «proyecto de DIOS»! ¡El «designio de DIOS»! Escondido, precedentemente... Es ahora "manifestado". Pero no se revelará plenamente hasta el mundo futuro. El «designio» de Dios es constituir una humanidad reconciliada con Dios y consigo misma. El final de la historia humana es una humanidad «que ama», unida a Dios y en que están unidos los unos a los otros.

-Por disposición del Dios eterno, ese "misterio" ha sido dado a conocer a todas las naciones para conducirlas a la "obediencia" de la fe. La fe permite al hombre comulgar con este proyecto de Dios, corresponder a él y participar de él.

-Gloria a Dios, el único sabio, por Jesucristo y por los siglos de los siglos. Amén. Este proyecto es el fruto de la «sabiduría» de Dios. El, el sabio por excelencia, ¡el único sabio! Así termina la Carta. Un grito de admiración frente al misterio revelado: Cristo, clave de la historia y del destino de todo hombre (Noel Quesson).

Roma, como gran metrópoli, vivía en continua ósmosis de personas con todo el Imperio. Por esta misma ósmosis se debió de formar su Iglesia, sin intervención de ningún apóstol. Pablo conocía sin duda a algunos cristianos que se habían trasladado allí e incluso algunos romanos (por ejemplo, a Prisca y Aquila) que, por los motivos que fuera, habían vivido en comunidades paulinas. Nos encontramos, pues, ante un mundo en gran movimiento y ante una fe no menos inquieta: preocupada por propagarse allí donde va un creyente y de vivir en contacto constante con los de cualquier otra ciudad. Por eso el tema central de estas largas despedidas es el "trabajo" de evangelización, acompañado de sufrimientos y persecuciones. La mujer desempeña una función fundamental en esta tarea. La despedida dedica dos largos versículos a Febe, diaconisa de Cencreas; en las listas que siguen, las «colaboradoras» son casi tan numerosas como los colaboradores. En las recomendaciones finales hay una interesante transformación de una palabra de Jesús. Pablo exhorta a los cristianos a ser «listos para lo bueno y simples para lo malo», empleando los mismos adjetivos con que el evangelio habla de ser «prudentes como serpientes y sencillos como palomas», pero invirtiendo la referencia. Viene a decir: sed prudentes en vuestra sencillez y sencillos en vuestra prudencia. Los últimos versículos contienen un eco de las primeras palabras de la carta; pero el estilo no es plenamente paulino. Es posible que la carta terminara con los "saludos de Erastro, tesorero de la ciudad, y de nuestro hermano Cuarto" y que los copistas prefirieran terminar con un final más solemne (J. Sánchez Bosch).

Hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y de la muerte para glorificar el Nombre de Dios por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Entre nosotros no puede haber división, pues. si la hubiese, estaríamos siendo un antitestimonio del Evangelio de Cristo que proclamamos. Aquel distintivo del amor de la primitiva Iglesia, que hacía exclamar admirados a los paganos: Miren cómo se aman, no puede desaparecer o diluirse entre nosotros. Darse un saludo de paz y desear que la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté con nosotros, no puede ser sólo un deseo distraído hacia los demás, sino que debe hacerse realidad continuamente entre nosotros. Sólo así manifestaremos que ante Dios no tenemos pecado, porque, por Cristo, hemos pasado de la muerte a la vida y nos amamos como el Señor nos ha amado a nosotros.

 

2. Sal. 144. Todas las obras del Señor alaben su Santo Nombre. El Señor nos ha manifestado su amor hasta el extremo, para liberarnos del pecado y de la muerte, y para darnos su vida de Hijo de Dios, y para hacernos coherederos de la Gloria que Él posee recibida del Padre. ¿Cómo no anunciar las obras y proezas del Señor a la siguiente generación? Si lo hacemos estaremos legando bases firmes para que el Reino de Dios se continúe manifestando entre nosotros. Si en lugar de ser una Buena Noticia del amor de Dios nos convertimos en un anuncio del pecado y de la destrucción, quienes creemos en Cristo seríamos responsables de generar un mundo más destruido y corrompido, y entregarlo así a las futuras generaciones.

 

3.- Lc 16,9-15. La página de hoy es continuación de la parábola de ayer, la del administrador injusto. Jesús nos enseña cómo actuar con el dinero. Jesús no le tiene simpatía al dinero. No le da importancia. Le llama "el dinero injusto", "lo menudo", "el vil dinero". No quiere que nos dejemos esclavizar por él: "nadie puede servir a Dios y al dinero". Se ve que no les gustó nada este discurso a sus oyentes, en concreto a unos fariseos, que eran "amantes del dinero, y se burlaban de él".

El dinero y todos los demás bienes de este mundo son buenos. Para la familia, para la comunidad, para las obras de la Iglesia, necesitamos apoyos materiales. Pero depende del uso que hagamos de ellos. Nos pueden ayudar a conseguir nuestras metas fundamentales, o nos pueden estorbar. Jesús nos dice que debemos "ganarnos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas". En el caso del administrador, entendemos bien la alusión, por las trampas que hizo en las cuentas a favor de los clientes. Pero no se nos explica aquí en qué puede consistir para los cristianos este "ganarse amigos" con el dinero. Pero según el tono de todo el evangelio de Lucas, este buen uso que tenemos que hacer del dinero es compartirlo con los demás. Lo contrario de lo que hicieron el terrateniente que soñaba con ampliar sus graneros o el rico Epulón que ignoraba al pobre que tenía a la puerta de su casa. El dinero no lo tenemos que convertir en fin. Es un medio y, como tal, relativo, no absoluto. No podemos participar en la desenfrenada carrera que existe en este mundo por poseer cada vez más dinero. La ambición, la codicia y la avaricia no deben darse en un cristiano, y menos en la comunidad eclesial. No podemos "servir al dinero", porque entonces descuidaremos las cosas de Dios. No podemos servir a dos señores. De Jesús se burlaron los fariseos. No entendían ese desapego del dinero que él predicaba. También se podrán burlar de nosotros si renunciamos, por conciencia ética y cristiana, a hacer los negocios sucios y las trampas que otros hacen, al parecer impunemente. Recordemos el aviso que Jesús repite sobre el peligro de las riquezas: nos bloquean para las cosas del espíritu, de modo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino. Los que aceptan el Reino son los que no están llenos de sí mismos ni de ambiciones humanas. Esto puede pasar a los ricos, como al joven que no acogió la invitación de Jesús y se marchó triste, "porque era muy rico", y también a los demás, porque uno puede estar lleno de sí mismo, cosa que también estorba para el Reino (J. Aldazábal).

Hoy oiremos de los labios de Jesús, un comentario de la parábola de ayer "el Intendente astuto". A través de fórmulas, claras unas, bastante enigmáticas otras, Jesús expone su punto de vista sobre "el dinero". Todos hemos notado, en otros pasajes del evangelio de qué modo Jesús nos pone en guardia contra la riqueza, como si fuera un obstáculo absoluto para la vida cristiana. "Dichosos los pobres... Ay de vosotros, los ricos... ya tenéis vuestro consuelo... es más fácil a un camello pasar por el agujero de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los cielos" (Lc 6,20-24; 18,25). Aquí encontraremos el mismo punto de vista pero con indicaciones muy positivas sobre el uso del dinero:

1º Para Jesús el dinero no es "algo importante". -Quien es de fiar en "lo de nada", también es de fiar en lo importante... Lo importante, para Jesús, es la "vida eterna", son los bienes divinos, las cosas espirituales. Por el contrario el dinero es "poca cosa" no es algo importante. Partiendo de esa constatación, Jesús nos aconseja aquí ser un buen gerente, un buen "administrador" "de ese algo sin importancia" que es lo temporal a fin de ser también dignos de administrar asuntos de mayor importancia, de orden espiritual. Lejos de ser un consejo de tapujos y despilfarro esta primera palabra de Jesús nos invita a administrar bien los bienes de lat tierra.

2º Para Jesús, el dinero es un bien "extraño", externo. -Si no habéis sido de fiar con el dinero injusto ¿quién os va a confiar lo que "vale de veras"? Y si no habéis sido de fiar en los "bienes ajenos", lo vuestro, ¿quién os lo dará?

Segunda nota de Jesús: el dinero no es el "verdadero bien", -lo que vale de veras- del hombre, lo que hace que un hombre sea un hombre. La riqueza material no hace que un hombre sea bueno, ni inteligente, ni dichoso, ni humanamente grande. El verdadero valor está en otra parte. Lo que cuenta, no es "el Tener", sino "el Ser".... Se puede "Tener" mucho y ser un infeliz, malo, desgraciado. Pero, tampoco Jesús deduce una condenación radical de esa constatación. Por el contrario, nos dice que "administrar ese bien "extraño" al hombre, puede ser un buen aprendizaje para llegar a ser capaz de "administrar nuestro verdadero bien".

3º Para Jesús, el dinero es a menudo "injusto", un "mammón de iniquidad". -Jesús decía a sus discípulos: "Ganaos amigos con el dinero "injusto"... El que es injusto en un asunto pequeño, es "injusto" también en uno mayor... Si no sois de fiar con el dinero "injusto"... Jesús coincide aquí con el buen sentido popular: el dinero que es tan difícil de ganar y tan útil, el que es el fruto del trabajo... es a menudo, desgraciadamente el fruto de la opresión y de la avaricia. La injusticia es, aquí, especialmente grave porque frustra a los otros de aquello a lo que tendrían derecho.

4º Para Jesús el dinero puede "servir" y llegar así a ser un símbolo del amor. Ganaos amigos con el dinero injusto. En el fondo, éste era el sentido profundo de la parábola del "intendente astuto". Con un humor sorprendente, la parábola acumulaba las cuatro "apreciaciones" desarrolladas aquí: un "no importante", "un bien ajeno", un "bien mal adquirido", "con el cual se puede servir". Al límite Jesús parece decir: ¡tanto mejor si vuestro cofre se llena con tal que se vacíe a medida que se llena! (Noel Quesson).

De nuestra actitud frente a los bienes materiales y del uso que hacemos de ellos depende la autenticidad de nuestro seguimiento de Jesús. Toda vida cristiana se rige por los parámetros propuestos por Jesús en este pasaje. La conclusión más importante es la que, en un marco de controversia con los fariseos, el evangelista ha colocado al final: hay que hacer una opción clara respecto al Señor que establece las leyes que debemos obedecer. Los dos señores en pugna son Dios y el dinero. Y la decisión en favor de uno nos coloca automáticamente en el bando adverso al otro. El dinero puede brindar consideración y respetabilidad en las sociedades humanas del presente, pero esa consideración es engaño y abominación ante los ojos de Dios. Desde esta conclusión, la más radical de la enseñanza, se deben tener en cuenta otros dos aspectos:

a) El primero consiste en que los bienes de la tierra han sido ofrecidos en vistas a establecer la comunión con los otros seres humanos. El dinero debe servir para hacernos amigos y ello puede realizarse solamente si manifestamos una real voluntad de compartirlo con los demás;

b) Finalmente se establece que, frente a él, debemos comportarnos como administradores y, para éstos, la exigencia primordial es la de ser fiel al que nos lo ha confiado.

La colocación de Dios como único Señor de la vida, el considerar los bienes como trampolín para una verdadera comunión con nuestros semejantes y el no traicionar nuestra función de administradores de Dios, son las tres líneas más significativas que deben regular nuestra conducta respecto al ámbito de la posesión (Josep Rius-Camps).

Ser fieles. Y yo os digo: «Haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando falten, os reciban en las moradas eternas.Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho. Por tanto, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro? Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o preferirá a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero». Oían todas estas cosas los fariseos, que eran amantes del dinero y se burlaban de él. Y les dijo: «Vosotros os hacéis pasar por justos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que parece ser excelso ante los hombres, es abominable delante de Dios» (Lc 16,9-15).

Jesús, mientras estoy en esta tierra he de hacer méritos para que en la otra vida me abras las puertas del Cielo. De ahí la comparación con el administrador infiel que, antes de ser echado de su anterior trabajo, busca hacerse amigos con la fortuna de su anterior amo, para asegurarse el futuro. Igualmente, he de utilizar las riquezas de este mundo de tal modo que, al final de mi vida, me recibas en las moradas eternas.

Todo lo que tengo, Jesús, te lo debo a Ti: familia, inteligencia, riquezas. Tú me has dado más o menos talentos para que los haga rendir. Si vivo con la certeza de que todo lo que tengo es prestado y procuro utilizar mis talentos para darte gloria, entonces Tú podrás premiarme con lo que realmente es propio de un hijo de Dios: la vida eterna. Pero si no soy fiel con lo que se me ha prestado, me quedaré sin lo que me es propio, pues si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro?

Jesús, me recuerdas que no puedo servir a Dios y al dinero. El corazón acaba escogiendo: o amo a Dios sobre todas las cosas o acabaré amando a todas las cosas sobre Dios. Esto no significa que si escojo a Dios ya no puedo disfrutar de los bienes de la tierra. De hecho, es al contrario: el que sirve a Dios, usa las cosas como medios, no como fines; y ese desprendimiento hace que saboree las cosas con libertad. En cambio, el que sirve al dinero y pone su corazón en las cosas materiales, pierde constantemente la paz y la alegría, porque nunca tiene bastante.

La abundancia de riquezas no sólo no sacía la ambición del rico, sino que la aumenta, como sucede con el fuego que se fomenta más cuando encuentra mayores elementos que devorar. Por otra parte, los males que parecen propios de la pobreza son comunes a las riquezas, mientras que los de las riquezas son propios exclusivamente de ellas [San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. VI, p. 315].

La santidad «grande» está en cumplir los «deberes pequeños» de cada instante [Camino, 817].

Jesús, hoy me enseñas el secreto para ser santo, con una santidad grande: cumplir el pequeño deber de cada momento. No me puedo engañar pensando en hazañas heroicas, y a la vez descuidar ese detalle de orden o de servicio que está al alcance de la mano. Porque quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho.

¿Cómo cuido la presencia de Dios en mi trabajo? ¿Y la puntualidad? ¿Acabo bien los detalles o me contento con chapuzas? ¿Soy constante en la oración? ¿Hago todos los días el examen de conciencia concretando un pequeño propósito para el día siguiente? ¿Estoy pendiente de las necesidades de mi familia? En estos deberes diarios se encuentra la santidad verdadera, porque el amor sabe detectar los detalles.

Madre, tú eres el mejor ejemplo de santidad ordinaria, de santidad en las cosas pequeñas. Estuviste en los detalles cotidianos, haciendo todo por Jesús. Y, como en Caná, detectas antes que nadie las necesidades ajenas y acudes a tu hijo para ayudar a resolverlas. Enséñame a ser fiel en lo poco como lo fuiste tú (Pablo Cardona).

 

¿Quién es nuestro Dios? Muchas veces la publicidad y las políticas económicas neoliberales han generado en muchas mentes débiles necesidades compulsivas de consumo de cosas inútiles o superfluas. El dinero, y el uso mal encauzado del mismo, ha hecho creer a muchos que la felicidad está en lo pasajero. Se trabaja y se vive no para ser persona, sino para poseer cosas. Ciertamente necesitamos la economía y el uso de los bienes materiales, pero estos no pueden elevarse a la dignidad que sólo le corresponde a Dios. Los bienes materiales, más que motivo de avidez desmesurada, más que acumulación desmedida, compulsiva y egoísta, debe ayudarnos a lograr la salvación porque, sin esclavizarnos a ellos, nos preocupemos de socorrer con ellos a los necesitados, a imagen de Cristo que, sin retener para sí su dignidad de Hijo de Dios nos tomó en serio, y no sólo nos contempló desde su trono de gloria, sino que se hizo uno de nosotros para enriquecernos con su pobreza. Ese es el mismo camino de fe y de amor que hemos de seguir quienes creemos en Él.

En esta Eucaristía el Señor parte su Pan para nosotros. Eso es lo que nos hace abrir los ojos y contemplarlo realmente como el Hijo de Dios que se ha hecho Dios-con-nosotros. Eso nos hace comprender que en verdad es Dios-Amor. Sus palabras de amor por nosotros no se quedaron en simples sonidos, tal vez armoniosos y bellos, sino que esas palabras han sido respaldadas con sus obras y con su Vida misma. Dios, en Cristo, en verdad se ha preocupado de nosotros y nos ha dado la mano para levantarnos. Cristo, así, va delante de nosotros cargando su cruz para enseñarnos, con su ejemplo, cual es el camino de salvación que hemos de seguir quienes creemos en Él. En esta Eucaristía el Señor nos confía nuevamente la misión de proclamar su Evangelio a todas las naciones. Nos pide que lo hagamos con la vida y con las obras que concuerden con el Mensaje de Salvación que proclamamos a quienes nos escuchan.

Quienes participamos de la Eucaristía estamos llamado a vivir en la libertad de los hijos de Dios. Libres del pecado, libres de la esclavitud a lo pasajero. Esa libertad nos ayudará a darle su justa dimensión al trabajo y a los bienes materiales; nos hará abrir los ojos ante el hermano que sufre; nos hará socorrer a quienes nada tienen. El camino que nos lleva a la glorificación junto con Cristo en la Gloria del Padre no es otro sino el de remediar las necesidades de nuestro prójimo, pues el amor a Cristo se concretiza en el amor al prójimo: lo que hagamos por él se lo haremos al mismo Cristo. Lo que dejemos de hacerle se lo dejamos de hacer al mismo Cristo.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que al amar a Dios y pedirle el pan de cada día, y al recibirlo, no lo guardemos sólo para nosotros, sino que lo partamos para alimentar con él a los que nada tienen y poder así ser un signo de Cristo Jesús, Señor nuestro. Amén (www.homiliacatolica.com).

 

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