viernes, 27 de febrero de 2009

Paz y oración

Paz y oración…

"Nada te turbe; / nada te espante; / todo se pasa; / Dios no se muda, / la paciencia / todo lo alcanza. / Quien a Dios tiene, / nada le falta. / Solo Dios basta" (Santa Teresa de Avila). Es famosa versión en canción de Taizé de estas palabras, que me llegó por Internet con los siguientes comentarios, muy suculentos: Hay demasiados "ruidos" en ti... "escucha" en lo profundo de tu ser... Hay demasiadas "preocupaciones" en tu mente... y demasiado "peso" en tu corazón... quédate  a solas... entra en tu "aposento"... "El Señor está aquí y te llama..." te ama y te espera... "Quédate en silencio delante del Señor..." Olvida tus palabras, olvida tus recuerdos, tus peticiones, tus proyectos; mírale, escúchale sin que tus voces interiores te distraigan. Quédate en paz ante Él, abandona en Él toda turbación, todo cuidado, toda preocupación, olvídalo todo. Quédate sin ataduras, libre de tus deseos, pobre como la madera muerta en invierno, vacío de todo cuanto no sea Él. Quédate solo, sin nadie más en tu corazón, que ninguna criatura se interponga entre vuestras miradas. Quédate sin quejas, sin estorbos, sin "huéspedes" extraños, sin nada que no sea Él. Quédate entero, sin más recuerdo que Dios, sin buscar consuelos humanos, "sepultado" con Él y en Él, desapareciendo tú para hacerte don en su corazón. Quédate sin tristezas, sin resentimientos, sin orgullo, sin falsas imágenes de ti mismo. Quédate a la escucha de su Palabra, hazte Palabra y Voluntad suya. Quédate sin poderes, sin privilegios, sin honores, sin ídolos, y deja a Dios ser Dios. Quédate en adoración tan profunda que nada altere esa atención, que ni penas ni goces quebranten ese abandono... Quédate en silencio delante del Señor, desaparece tú y que sólo Él sea en ti. Quédate en silencio ... Quédate... "Quédate en silencio delante del Señor..." (Salmo 37, 7).

Así lo dice también El peregrino ruso cuando le aconsejan: "—Siéntate solo y en silencio. Inclina la cabeza, cierra los ojos, respira dulcemente e imagínate que estás mirando a tu corazón. Dirige al corazón todos los pensamientos de tu alma. Respira y di: Jesús mío, ten misericordia de mí. Dilo moviendo dulcemente los labios y dilo en el fondo de tu alma. Procura alejar todo otro pensamiento. Permanece tranquilo, ten paciencia y repítelo con la mayor frecuencia que te sea posible…"; él lo hace, pero señala: "comencé a aburrirme… una densa nube de extraños pensamientos me envolvió", y se le dice que insista pues en esta "guerra del mundo de las tieneblas contra ti, nada aborrece tanto como el recogimiento interior, por eso procura distraerte e impedir que aprendas a orar interiormente. Pero el enemigo sólo puede hacer lo que Dios le permite y Dios sólo le permite lo que es necesario... —repite sólo…: Jesús mío, ten misericordia de mí... después de cierto tiempo también tu corazón se abrirá a la oración…" Y el peregrino es paciente y encuentra esa paz inalterable de quien no vive de fatuidades: "desde entonces camino sin cesar y rezo ininterrumpidamente la oración a Jesús, que es para mí más preciosa y más dulce que todas las cosas del mundo. A veces ando hasta 70 km. en un día y no me siento cansado… si alguno me hiere, me basta pensar: '¡qué dulce es la oración a Jesús!', para que la ofensa y el resentimiento se alejen y sean olvidados. He llegado casi a la insensibilidad; no tengo preocupaciones, no tengo deseos…" quien vive de amor desea sólo sembrar de paz y alegría los corazones.

Llucià Pou Sabaté

 

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